La forma más adecuada para decidir si una inversión debe o no hacerse es calcular el tiempo en que se pagará la inversión con los beneficios obtenidos. Si se generalizase el uso de esta sistemática la mayoría de los gestores de plantas industriales se echarían las manos a la cabeza al averiguar el mucho dinero que están perdiendo.
En las plantas industriales es
frecuente que después de cuidadosos estudios de costes de compra de
software y hardware, y añadidos los costes de ingeniería y construcción,
llegue el momento de solicitar a la compañía los fondos requeridos para
la inversión. En ese momento los ingenieros suelen escuchar: ¿Cuál es
el retorno de la inversión?
Los ingenieros no suelen tener respuesta
cuando se les habla de retorno en las inversiones, y ello provoca
planificaciones insuficientemente valoradas. A los ingenieros se les
complica aún más la vida si los responsables de autorizar las
inversiones van más allá, y se plantean también cuestiones de índole
financiera.
Estas preguntas suelen quedar sin respuesta
pues los ingenieros de proyectos suelen limitarse a estudiar la
tecnología que está detrás de cada sistema que van a implementar, y
normalmente no van más allá. Ellos no se plantean nada sobre las
ramificaciones financieras de la organización.
El retorno en los proyectos de automatización
El cálculo del retorno en las inversiones
de automatización industrial ha sido estudiado durante diez años por
Peter Martin, vicepresidente de gestión del rendimiento en Invensys
Process Systems, Foxboro, Max. Sus investigaciones se resumen en
"Bottom-Line Manufacturing", publicado por la Instrumentation, Systems
and Automation Society (ISA).
Las investigaciones de Peter Martin sobre los beneficios económicos de
la automatización comienzan tomando en consideración el ciclo de la
vida. Pero para calcular el retorno, es necesario conocer algo más que
los costes del ciclo de la vida. Es necesario disponer de medidas
exactas de los beneficios en el ciclo de la vida que se derivan del uso
del sistema de automatización en las operaciones de fabricación.
Las entrevistas de Martin a Fabricantes desveló que ninguna de las
métricas de beneficios actuales proporciona datos económicos lo
suficientemente detallados como para poder deducir el valor del
beneficio.
Los beneficios económicos de los sistemas de automatización crecen
típicamente reduciendo los costes de fabricación, incrementando la
producción, o una combinación ambos. Pero Martin descubrió que la forma
convencional de deducir los beneficios de la automatización era
simplemente la reducción de personal conseguida con el proyecto, pues es
lo que se mide más fácilmente.
Medir para controlar
Pero
un principio básico en control de procesos es que para controlar una
variable es necesario primero medirla. Consecuentemente, las compañías
que intentan automatizar sin haber medido en detalle las variables del
proceso probablemente estarán actuando incorrectamente.
Consecuentemente, las carencias en el análisis
del proceso que se pretende automatizar son en muchas ocasiones las
responsables de una automatización que no se traduce en la obtención de
rápidas tasas de retorno. Martin llamó a este tipo de automatización,
"replacement automation approach". Automatizar es fácil, lo difícil es
hacerlo de forma realmente efectiva. Los proyectos de automatización
muchas veces no consisten más que en reemplazar las tecnologías
existentes por otras automatizadas, y hacerlo todo ello al menor precio.
Típicamente se elabora un documento de especificaciones que ignora el
trabajo hecho por los fabricantes de tecnologías de automatización, y
los esfuerzos por conseguir alcanzar la eficiencia que requiere cada
proceso.
Otra de las barreras a la automatización
efectiva identificada por Martin es lo que denominó "project team
approach". Esto ocurre cuando los ingenieros comienzan a evaluar la
sustitución de equipos de control de procesos o automatización obsoleta
en sistemas que ya están en planta. El grupo de trabajo que suele
crearse para analizar un proyecto de automatización acaba adquiriendo
una considerable experiencia del sistema, sus capacidades y sus
potenciales. Pero cuando el proyecto se ha implementado, el equipo se
disuelve y no queda documentado todo el conocimiento adquirido por la
compañía, perdiéndose la posibilidad de obtener beneficios relevantes.
La compañía nunca es consciente de haber perdido ningún beneficio – y
este beneficio no se llega a medir.

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